Mona y Mono

Mona  y Mono

viernes, 3 de diciembre de 2010

Órganos de los sentidos
El tacto
El olfato
La vista
El oído
El gusto
Percepción de los animales: luz,

Asombrosos sentidos en el mundo animal
Órganos de los sentidos
Por lo que respecta a los órganos de los sentidos, tacto, olfato, vista, gusto y oído son las principales armas de las que disponemos los mamíferos para ocupar los más altos niveles en la escala evolutiva, aunque su nivel de agudeza varía de unos grupos animales a otros, especialmente en función de las condiciones de vida de los mismos. Por otra parte, algunos de ellos, además, desarrollan otros sistemas de percepción sensorial como la ecolocalización, la magnetocepción o la electrocepción.
Tacto


Los tentáculos nasales del topo estrellado
El tacto está más desarrollado en los mamíferos que en otros vertebrados, llegando a alcanzar en algunas especies suma importancia. Pelos y vibrisas amplifican la capacidad de las terminaciones táctiles distribuidas por la superficie del organismo de los mamíferos.
Este sentido adquiere una importancia notable para muchas especies que habitan bajo el suelo, pues encuentran pareja debido a la percepción de las ondas sísmicas producidas por los golpes dados con la cabeza contra el techo de la galería por otros congéneres. Así ocurre con los topos, capaces de sentir vibraciones de la tierra circundante que les permite localizar movimientos en todos los sentidos y direcciones.
Los elefantes acostumbran golpear el suelo con la planta de sus extremidades, posiblemente para provocar el mismo efecto sísmico, cuyas ondas se transmiten por el suelo, pudiendo ser captadas por otros individuos a varios kilómetros de distancia.
Pero además el tacto es esencial para las relaciones sociales entre los individuos de muchas especies. Los delfines se desplazan en manadas manteniendo contacto físico unos individuos con otros mientras lo hacen. El contacto físico entre la madre y sus crías adquiere una importancia notoria en la mayor parte de las especies, llegando a límites extremos en el caso de los marsupiales o de algunos placentados como las musarañas.
Por lo que respecta a la importancia que este sentido tiene en la relaciones entre individuos, es en los primates en los que se pone más de manifiesto. La mayor parte de las especies, sobre todo aquéllas más evolucionadas, presentan un comportamiento social con marcada estructura jerárquica, y las relaciones entre los individuos de cada grupo se establecen y mantienen por medio de un estrecho y persistente contacto físico consistente en acicalamientos, caricias e incluso abrazos.
Olfato
El olfato es uno de los más importantes sentidos en la mayor parte de las especies de mamíferos ya que no sólo les proporciona información de lo que está pasando; también lo hace de lo que ha ocurrido y de lo que está por venir. En los humanos, está en continua regresión, basando nuestra relación con el exterior en los otros, y especialmente en la vista. Tampoco los cetáceos y otros mamíferos marinos desarrollan este sentido hasta el nivel que lo hacen la mayor parte de los terrestres, especialmente insectívoros y algunos carnívoros, en los que la propia anatomía de la cabeza hace intuir la importancia que tiene. El olor no es otra cosa que la estimulación química que determinadas sustancias, producen en el epitelio olfativo.
Parte de la mucosa nasal de la mayor parte de las especies mamíferas poseen células nerviosas especializadas capaces de transformar las señales químicas en corrientes eléctricas que son transportadas por los nervios olfatorios hasta el cerebro, donde se traducen en olores.
Algunas especies como el caballo o el impala poseen además células olfativas en la mucosa bucal, conocidas como órgano de Jacobson.
En una red de galerías subterránea, los animales que se alimentan de invertebrados, pueden hacer uso de este sentido para seguir los rastros olfativos que dejan sus presas, y con tal objetivo, algunas especies han desarrollado órganos especiales como ocurre con el topo estrellado.
También adquiere una importancia especial en los que se alimentan de geofitas, puesto que al no producir movimiento ni sonido alguno, sólo el olfato es útil para localizar el alimento percibiendo su aromo incluso a través de la tierra. De hecho, se ha comprobado que muchos roedores son capaces de cavar en línea recta entre un campo de y otro, lo que por un lado reduce el gasto energético al disminuir el trazado, y por otro evita pasar más de una vez por el mismo punto. Una vez que llegan a un área rica en alimentos, los túneles se ramifican para ampliar el área de cosecha.
Para muchas especies que pueblan la superficie el olfato es imprescindible para la localización de los alimentos. En general los animales oportunistas, los carroñeros, los insectívoros y los carnívoros siguen rastros olfativos procedentes de lo que podría ser un buen alimento, al igual que los que podrían convertirse en presas se sirven de él para detectar la proximidad de posibles predadores.
Y no sólo es esencial en la consecución del alimento o la seguridad preventiva, sino que también resulta ser un instrumento básico para establecer las bases de las relaciones sociales entre los individuos. Delimitar un territorio, conocer el estado de receptividad sexual de una posible pareja o reconocer a los individuos que forman el grupo o la colonia requieren de la participación de este sentido, llegando a extremos en los que un olor puede ser una eficaz arma defensiva como muestran las mofetas, o provocar que una hembra sea capaz de abortar, como les ocurre a muchos roedores, entre ellos el ratón doméstico con las feromonas de los machos.
El olfato está estrechamente relacionado con el gusto y en algunas especies acuáticas es sustituido de forma más eficaz por éste al ser capaz de detectar sabores transportados por el agua. La información proporcionada por este sentido, adquiere gran importancia durante la alimentación al ser procesada en el cerebro para preparar al organismo para la posterior digestión.
Vista
Casi todos los mamíferos tienen ojos, aunque la agudeza visual y la percepción de lo que las rodea, varía de unas especies a otras.
La vista humana es quizá la más compleja en lo referente a la especialización hacia la determinación de tonalidades en lugar de cambios en la intensidad de la luz como ha ocurrido en otras especies de la clase.
En la retina, distintos tipos de células captan la luz y la transforman en impulsos nerviosos (señales eléctricas) que, a través del nervio óptico alcanzan el cerebro.
• Los bastones, son las células encargadas de diferenciar la ausencia de la presencia de luz visible (blanco y negro),
• mientras que los conos, poseen fotopigmentos, capaces de captar las distintas longitudes de onda de la luz, traduciéndola en colores.
La capa de la mayoría de los mamíferos tiene colores o distribución de los mismos que tienden a camuflarlos, por lo que la capacidad del ojo de distinguir a sus semejantes, a presas o a depredadores por cambios de tonos con el medio circundante no ha sido tan necesaria como la de captar el movimiento de éstos para localizarlos y mantenerlos vigilados.
Así, la mayoría de los animales han evolucionado produciendo mayor cantidad de bastones en la retina, capaces de distinguir variaciones de intensidad de la luz que es realmente como se capta en el ojo el movimiento, mientras que algunas especies de primates, algunos roedores o carnívoros en los que la cantidad de conos en la retina es mayor, han conseguido colonizar los árboles y algunos de ellos además, alimentarse de frutos cuyo movimiento es escaso pero que, en cambio poseen variados y llamativos colores,
Otros, especialmente de hábitos nocturnos como numerosas especies de murciélagos, otros roedores o musarañas, parecen no poseer ninguna capacidad de visión en color, ya que los conos están prácticamente ausentes.
Entre unos y otros animales, la distinta proporción de ambos tipos de células, determina la capacidad de distinguir los colores, así como la gama de éstos, pues existen especies, como algunos felinos que aunque ven en color, sólo son capaces de distinguir una gama limitada de éstos.
La vista es un sentido de importancia secundaria en los animales que viven enterrados llegando a tener algunas especies, como los topos, una fina piel cubriendo los ojos. También los delfines de río, habitantes de aguas turbias, manifiestan una notable atrofia ocular.
El campo de visión también es un factor a tener en cuenta si se quiere sobrevivir. Los mamíferos poseen dos ojos situados a ambos lados de la región frontal de la cabeza, y mientras que en unas especies se orientan completamente hacia delante, en otras lo hacen lateralmente uno a cada lado de la cara. Los campos de visión de cada ojo se superponen en mayor o menor medida, y en este espacio de confluencia, conocido como grado de binocularidad, es donde los animales perciben la imagen de manera tridimensional, ubicándola en el espacio correctamente.
También la existencia de un hocico más o menos prominente afecta al campo de visión de los animales y por tanto al grado de binocularidad.
Animales como las grandes ballenas o el elefante africano, que poseen los ojos situados lateralmente, tienen un escaso campo de visión tridimensional, mientras que los primates, y muchas especies arborícolas como los perezosos o los cuscús poseen los ojos situados al frente, superponiéndose el campo de visión de ambos ojos en la mayor parte del área, de tal modo que su visión es estereoscópica y la sensación de tridimensionalidad completa.
La visión estereoscópica está relacionada con la precisión en la coordinación de los movimientos, de modo que se hace mucho más necesaria en aquellas especies cuya supervivencia depende de la precisión de sus movimientos. Por regla general es más frecuente en animales arborícolas que en terrestres, y dentro de éstos, los predadores que tienen que fijar un objetivo en movimiento y dirigirse a él con precisión, poseen un grado de binocularidad mayor que las presas, que sacrifican la capacidad de visión espacial en pro de un mayor campo de visión que les permita vigilar más eficientemente la ubicación de los predadores.
Muchas especies nocturnas o sometidos a la oscuridad de los océanos poseen una capa de células en el fondo del ojo, conocida como, cuya finalidad es reflejar la escasa luz recibida en el ojo para amplificar la señal que recibirá la retina.
Resulta particularmente curiosa la existencia de órganos sensoriales capaces de detectar las radiaciones del espectro infrarrojo que los vampiros comunes poseen alrededor de sus pliegues nasales, algo que parece esencial pues es posible que les permita identificar la sangre de sus presas brillando a través de la piel. También algunos félidos son capaces de procesar con su vista el espectro infrarrojo.

Ojo de felino
Ojo de cérvido
Ojo de équido
Ojo de proboscídeo
Al amparo de la noche, un ratón corretea en busca de comida. Incapaz de prever que la serpiente de cascabel puede “ver” en la oscuridad el calor que irradia su cuerpo, el roedor se siente a salvo, un grave error por su parte. Un lenguado yace oculto bajo la arena de un acuario cuando un tiburón hambriento se dirige hacia él. El tiburón no lo ve, pero de repente se detiene, mete el hocico en la arena y devora a su presa.

Así es, la serpiente de cascabel y el tiburón son ejemplos de animales con unos sentidos especializados que el hombre no posee. Por otro lado, hay seres que tienen nuestros mismos sentidos, solo que más agudizados o sensibles, como es la vista.
Ojos que ven un mundo diferente
La gama de colores que percibimos es solo una diminuta fracción del espectro electromagnético. Por ejemplo, no vemos la luz infrarroja (o rayos calóricos), la cual tiene una longitud de onda mayor que la de la luz roja. Pero las serpientes de la familia de los crotálidos, a la que pertenece la serpiente de cascabel, cuentan con dos pequeñas fosetas —entre los ojos y los orificios nasales— que detectan la luz infrarroja. De ahí que puedan cazar a su presa de sangre caliente en plena noche.
Más allá del color violeta del espectro de luz visible se encuentra la luz ultravioleta. Aunque invisible para el ojo humano, esta clase de luz es perceptible para muchos animales, como las aves y los insectos. Las abejas, por ejemplo, se orientan con el Sol, aun en los días medio nublados en los que está oculto. ¿Cómo? Buscan cielo despejado y observan la trayectoria de los rayos polarizados de luz ultravioleta. Muchas plantas en floración presentan diseños que solo son visibles en la banda de frecuencia de la luz ultravioleta, y algunas flores hasta dirigen a los insectos hacia el néctar mediante un “señalizador”: una zona que refleja menos luz ultravioleta que el resto de la flor. Ciertos frutos y semillas atraen a las aves de forma similar.
Dado que las aves perciben la luz ultravioleta y que esta da a su plumaje un mayor brillo, es probable que a ellas les resulten mucho más vistosos los colores de sus congéneres que a nosotros. Tienen “una agudeza [visual] inimaginable”, dijo un ornitólogo. Se cree que incluso algunos halcones y cernícalos localizan a los ratones de campo gracias a la luz ultravioleta. Según la revista BioScience, “la orina y las heces de los ratones machos contienen químicos que absorben los rayos ultravioletas, y estos animales marcan su rastro con orina”. Así, las rapaces pueden “localizar las zonas con mayor población de ratones” y centrar allí sus esfuerzos.

Águila real: sentido de la vista


¿Por qué ven tan bien las aves?
Las aves tienen una vista prodigiosa. Se debe principalmente a que su retina, capa interna del ojo en la que se forma la imagen, contiene más células sensoriales de la visión que la retina de otros animales. El número de dichas células es determinante a la hora de ver pequeños objetos desde lejos. Mientras que la retina humana tiene 200.000 de estas células por milímetro cuadrado, la de la mayoría de las aves posee tres veces esa cantidad, y en el caso de los halcones, buitres y águilas, la retina cuenta con un millón de células o más por milímetro cuadrado”. Por si fuera poco, algunas aves tienen dos fóveas —zona ocular de máxima resolución óptica— en cada ojo, que les otorgan una mayor percepción de la distancia y la velocidad. Ese es el caso de las aves que cazan insectos en pleno vuelo.
Los ojos de las aves están dotados además de una lente excepcionalmente elástica, llamada cristalino, la cual les permite efectuar un rápido enfoque. Imagínese lo peligroso que sería volar con la vista borrosa, sobre todo en zonas de bosque y matorrales. Sin lugar a dudas, el diseño de los ojos de las aves manifiesta una sabiduría admirable.#

Oído
Cadena ósea del oído medio de los mamíferos

El oído interno: 1 nervio vestibular, 2 nervio coclear, 3 nervio facial intermedio, 4 ganglio genicular, 5 cuerda timpánica, 6 cóclea, 7 conductos semicirculares, 8 malleus, 9 membrana timpánica, 10 canal auditivo.


Fenómeno de ecolocalización.
La complejidad anatómica del oído de los mamíferos hace suponer la capacidad auditiva de estos animales.
El oído de los mamíferos modernos está formado por un pliegue de piel y cartílago llamado pabellón auditivo o pinna externa (que por lo general está bajo cierto control muscular); una membrana timpánica relativamente pequeña, hundida en una fosa; una cavidad llena de aire denominada oído medio que contiene los tres huesecillos del oído medio; y el oído interno, incluyendo una espiral llena de fluido llamada cóclea.
El sonido que incide sobre la membrana timpánica la hace vibrar. Las vibraciones son recogidas por el más exterior de los huesecillos del oído medio, el martillo, el cual tiene un proceso (manubrium o manubrio) que contacta con el tímpano. El movimiento del tímpano transmite la vibración al manubrio y al resto del martillo, desde donde pasan (energía sonora) al yunque o incus, y de allí al estribo o stapes. Este último hueso vibra contra una ventana que se abre hacia el oído interno desencadenando el movimiento del fluido que se halla en la cóclea, que es detectado por las estructuras ciliadas y enviado al cerebro en forma de impulsos nerviosos.
En la práctica, la disposición del martillo, yunque y estribo funciona como un sistema de palancas que magnifica las vibraciones recibidas a nivel del tímpano, aumentando su amplitud a lo largo de la cadena. Las vibraciones también son amplificadas mediante un sistema de pistón simple debido a que el área superficial del tímpano es mayor que la de la ventana hacia la cóclea.
Como ocurre con la vista, la existencia de dos oídos, situados a ambos lados de la cabeza, permite que pueda localizarse el punto de emisión del sonido dependiendo de la diferencia de tiempo al sentirlo por uno u otro.
El pabellón auditivo sirve de pantalla sobre la que se reflejan las ondas sonoras que acabarán penetrando en el oído. En los animales que habitan bajo tierra o los de hábitos acuáticos, el pabellón es inexistente o muy pequeño, y la abertura hacia el interior, puede está cubierta por piel o dotada de un sistema valvular, pero mientras que para los primeros el oído resulta ser de importancia secundaria debido a la dificultad que las ondas sonoras tienen para propagarse efectivamente por la tierra, los que habitan mares y ríos, particularmente los odontocetos (delfines) emplean el agua como un medio de difusión acústica consiguiendo transmitir la información a distancias que resultan imposibles a través del aire.
La capacidad de percibir el sonido o espectro auditivo es variable para cada especie. En los humanos se halla entre los 0 (umbral del sonido) y los 140 (umbral del dolor) decibelios de intensidad.
También el tono del mismo o lo que es lo mismo, la frecuencia de la onda sonora, resultará perceptible para unas u otras especies; así mientras que para el ser humano, el espectro auditivo está entre los 40 y los 20.000 hercios (el óptimo está entre 100 y 5000 Hz), para los elefantes y algunas ballenas, el límite mínimo es inferior, siendo capaces de percibir infrasonidos o lo que es lo mismo, sonidos con frecuencias menores a los 40 Hz; por su parte, algunos carnívoros como el perro y el gato perciben ultrasonidos (frecuencia superior a los 20.000 hercios) inaudibles para los humanos. Parece ser que algunos topos dorados son capaces de percibir sonidos de baja frecuencia producidos en unos montículos de hierba, dirigiéndose de manera inmediata hacia ellos para alimentarse de los insectos que en ellos se encuentran.
Los murciélagos emiten y perciben ultrasonidos con frecuencias superiores a los 20.000 hercios que emplean a modo de sonar para detectar objetos y cuerpos que se hallan a su alrededor. Esta capacidad es conocida como ecolocalización.
Teniendo en cuenta que cuando los murciélagos evolucionaron, las aves ya existían sobre el planeta, y que copaban los cielos durante las horas de luz solar, estos pequeños mamíferos tuvieron que adaptarse a la noche. Y para ello, desarrollaron en extremo el sentido del oído, acompañado de la capacidad de emitir sonidos de alta frecuencia que al encontrar obstáculos en su camino producen un eco perceptible por ellos, de tal modo que son capaces de hacerse una idea muy precisa del espacio que los rodea sin necesitar el sentido de la vista.
Pero no son éstos los únicos mamíferos que están dotados de tal capacidad. Muchas especies de cetáceos emplean esta técnica para desplazarse por aguas en las que la luz es escasa, bien por la profundidad, bien por la turbidez del agua, utilizando además algunos de ellos los ultrasonidos emitidos para aturdir a los peces que van a convertirse en su alimento.
Las musarañas, son pequeños mamíferos nocturnos con hábitos zapadores, por lo que la carencia de luz es casi permanente en sus vidas. También se sirven de esta técnica para suplir las carencias de la vista.
Un envidiable sentido del oído

Perro: oye sonidos de alta frecuencia
En comparación con los seres humanos, gran número de animales poseen un oído mucho más agudo. Mientras que nosotros percibimos sonidos de entre 20 y 20.000 hercios (o ciclos por segundo), los perros captan sonidos de entre 40 y 46.000 hercios, y los caballos, de entre 31 y 40.000. Los elefantes y las reses advierten incluso los infrasonidos, ondas sonoras cuya frecuencia se encuentra justo por debajo del nivel auditivo del oído humano (pueden llegar a distinguir frecuencias de tan solo 16 hercios). Dado que los sonidos de baja frecuencia llegan más lejos, los elefantes son capaces de comunicarse entre sí a una distancia de cuatro kilómetros o más. De hecho, algunos investigadores sostienen que se podría utilizar a estos mamíferos para predecir terremotos o graves temporales, ya que ambos fenómenos emiten infrasonidos.
Los insectos también tienen un afinado oído: algunos captan los ultrasonidos cuya frecuencia está dos octavas por encima del nivel auditivo del oído humano, y otros detectan los infrasonidos. Ciertos insectos oyen mediante unas membranas planas y delgadas, parecidas al tímpano, que tienen por todo el cuerpo, salvo en la cabeza. Otros oyen con la ayuda de unos delicados pelos que no solo responden al sonido, sino también a los más leves movimientos del aire, como los causados por una mano humana; de ahí que las moscas sean tan difíciles de aplastar con el matamoscas.
¿Se imagina lo que sería escuchar las pisadas de un insecto? Pues así de fino es el oído del murciélago, el único mamífero volador del mundo. Este posee un sistema auditivo muy avanzado, una especie de sonar, que le permite volar en la oscuridad y capturar insectos mediante la ecolocación. El profesor Hughes dice: “Imagínese un sonar superior al de los submarinos más modernos. Pues ese es el sistema que emplea un pequeño murciélago que cabe fácilmente en la palma de la mano. Contando apenas con un cerebro más pequeño que la uña del dedo pulgar, es capaz de calcular distancias y la velocidad de vuelo, e incluso de identificar la especie de insecto que busca”.
Puesto que la ecolocación exacta también depende de la calidad de la señal sonora emitida, los murciélagos poseen “la habilidad de controlar el tono de su voz de tal forma que despertarían la envidia de cualquier cantante de ópera”, dice cierta obra. Algunas especies tienen también unos intrincados pliegues en el hocico que, según parece, les permiten emitir chillidos como haces de sonido. Con todas estas “prestaciones”, el sonar de los murciélagos es tan avanzado que puede producir una “imagen acústica” de objetos tan delgados como un cabello.
Una pesadilla para los insectos
“Todos los días, al atardecer, al pie de las ondulantes colinas próximas a San Antonio (Texas), tiene lugar un fenómeno verdaderamente sorprendente. Desde lejos pudiera darle la impresión de que una enorme nube negra surge de las profundidades de la Tierra. No obstante, no es una nube de humo lo que oscurece el cielo vespertino, sino el éxodo masivo de 20.000.000 de murciélagos guaneros del interior de la caverna de Bracken.”
Según cálculos más recientes, su número ha ascendido ya a 60.000.000. Estos mamíferos pueden llegar a elevarse 3.000 metros mientras vuelan en busca de su alimento favorito: los insectos. Aunque los murciélagos inundan el cielo nocturno de llamadas ultrasónicas, no se confunden, pues cada uno posee un sistema muy desarrollado de sonar con el que captan el eco de sus propias llamadas.
Además de los murciélagos, emplean la ecolocación al menos dos tipos de aves: las salanganas de Asia y Australia y los guácharos de la América tropical. No obstante, parece que estas aves solo la usan para volar por las cuevas donde pernoctan.

Delfín: sonar
Un sonar submarino
Los mamíferos marinos del suborden de los odontocetos también usan una especie de sonar, aunque los científicos todavía no saben muy bien cómo funciona. Los delfines, por ejemplo, emiten unos audibles clics que se originan en el orificio nasal, no en la laringe. Con la ayuda del melón —una estructura grasosa que tienen en la frente— enfocan el sonido formando un haz que “ilumina” la zona situada delante de ellos. ¿Cómo detectan el eco? Al parecer, no lo hacen con los oídos, sino con la mandíbula inferior y los órganos relacionados, que están conectados al oído medio. Curiosamente, esta región de su cabeza está compuesta del mismo tipo de tejido adiposo que el melón.
Los clics del delfín son asombrosamente parecidos a la representación matemática de una onda llamada función Gabor. El profesor Hughes señala que tal parecido demuestra que los sonidos emitidos por los delfines “son señales de sonar casi perfectas desde el punto de vista matemático”.
Los delfines pueden ajustar la intensidad de sus chasquidos entre un mero susurro y un ensordecedor ruido de 220 decibeles. ¿Cuánto es eso? Para que se haga una idea: una canción de música rock a un volumen fuerte puede tener unos 120 decibeles, y el fuego de artillería 130 decibeles. Equipados con un sonar mucho más potente, los delfines detectan objetos tan pequeños como una bola de ocho centímetros ubicada a 120 metros de distancia o aún más lejos si se trata de aguas tranquilas.
¿No se queda admirado al reflexionar en los asombrosos sentidos de algunos animales? Así les suele suceder a las personas con un criterio bien fundado y una buena dosis de humildad. Este sentimiento de admiración nos lleva a examinar de nuevo al ser humano. Aunque es cierto que nuestros sentidos a menudo palidecen al lado de los de ciertos animales —incluso de los insectos—, solo a nosotros nos impresiona lo que observamos en la naturaleza. ¿Por qué nos sentimos así? ¿Y por qué deseamos comprender no solo cómo son los seres vivos de nuestro planeta, sino su propósito y el lugar que nosotros ocupamos entre ellos?
Existen unas cien especies de crotálidos, entre ellos el mocasín cabeza de cobre y el mocasín acuático.
Todos los seres vivos, incluidas las personas, producen un débil —pero perceptible— campo eléctrico cuando se hallan sumergidos en el agua.
Los peces eléctricos a los que aludimos aquí producen solo descargas muy débiles. Existen otros capaces de emitir descargas mucho mayores, como por ejemplo las rayas eléctricas y las anguilas eléctricas, las cuales utilizan la electricidad para aturdir a sus atacantes o a sus presas. Las anguilas eléctricas podrían matar incluso a un caballo.
Existen unas mil especies de murciélagos. Contrario a lo que comúnmente se cree, todos ellos tienen un agudo sentido de la vista, pero no todos cuentan con un sistema de ecolocación. Algunos, como por ejemplo los murciélagos frugívoros, utilizan su magnífica visión nocturna para buscar alimento.
Los murciélagos emiten una señal compuesta de varios sonidos con frecuencias que oscilan entre los 20.000 y los 120.000 hercios o más.

Elefante: oye sonidos de baja frecuencia
El gusto
Los primeros animales en los que, por azar, surgió la capacidad de percibir el gusto de las cosas tuvieron importantes ventajas frente a sus congéneres no gustadores. Reconocer una sustancia venenosa por su sabor significó para estos animales salvarse muchas veces de morir envenenados y, por ende, les permitió dejar un número mayor de descendientes (que heredaron la capacidad de gustar de sus progenitores). En la naturaleza, los diferentes animales cuentan con distintos métodos para detectar sabores, si bien todos comparten su base última: células receptoras que se excitan ante la presencia de moléculas disueltas en un líquido. En muchos animales, el gusto no está relacionado con la lengua (muchos ni siquiera tienen lengua). Las abejas tienen los receptores de gusto (llamados quimiorreceptores) en las mandíbulas, las patas delanteras y las antenas. Las mariposas, en las patas. La lombriz de tierra, distribuidos por todo el cuerpo. El pulpo, en la punta de sus tentáculos (lo que le permite degustar un posible alimento sin alejarse mucho de su guarida). Las serpientes usan su lengua para llevar la comida hacia el techo de sus bocas, donde están los verdaderos órganos sensoriales (denominados órganos de Jacobson). Estudios realizados con otros reptiles, como las tortugas, sugieren que la capacidad que tiene esta clase de animales de detectar el gusto es muy pobre. Una de las teorías que explica la extinción de los dinosaurios, aunque de las menos aceptadas en la actualidad, sostiene que estos animales murieron envenenados por no poder reconocer las sustancias tóxicas de las plantas con flor que aparecieron en la época de su desaparición. No todos los animales tienen la misma capacidad sensorial. El pez gato tiene 100.000 corpúsculos gustativos (recordemos los 10.000 de los seres humanos). El cerdo, 15.000, y el conejo unos 17.000. ¿Es posible, entonces, decir que algunos animales sienten más el gusto que otros? ¿O pensar qué significa el gusto dulce para un ratón? No hay respuesta para estas preguntas. La sensación que una sustancia puede provocar en un animal puede ser completamente diferente de la que provoca en otro. Probablemente, cada animal tenga un "mundo sensorial" diferente, y aún más si comparamos especies distintas. Al fin y al cabo, si los cerebros son distintos, es lógico pensar que las sensaciones también lo sean.




Sensibilidad eléctrica

Raya: sensibilidad eléctrica

Tiburón: sensibilidad eléctrica
El suceso descrito antes relativo al lenguado y el tiburón tuvo lugar mientras se efectuaba un estudio sobre los tiburones. Los investigadores deseaban saber si las rayas y estos grandes depredadores percibían los débiles campos eléctricos que generan los peces vivos. Para descubrirlo, escondieron electrodos en el fondo arenoso del acuario y les administraron el voltaje adecuado. ¿Con qué resultado? Tan pronto como el tiburón se acercó a los electrodos, los atacó ferozmente.






Los tiburones cuentan con lo que se conoce como electrorrecepción pasiva, que les permite percibir los campos eléctricos con la misma pasividad con la que nuestros oídos captan el sonido. Ahora bien, los peces eléctricos tienen electrorrecepción activa. Esto quiere decir que, al igual que un murciélago emite señales acústicas y luego interpreta el eco que producen, estos peces emiten ondas o impulsos eléctricos —dependiendo de la especie— para después detectar, con unos receptores especiales, las alteraciones que sufren tales campos eléctricos. Gracias a la electrorrecepción, estos peces pueden identificar obstáculos, posibles presas o incluso encontrar pareja.
Animales con una brújula interna

Abeja melífera: sentido de la vista y sensibilidad magnética
Imagínese cómo sería la vida si tuviéramos una brújula interna. Desde luego, ya no temeríamos perdernos. Pues bien, los científicos han descubierto que en el cuerpo de algunos animales, tales como las abejas y las truchas, hay cristales microscópicos de magnetita, un mineral altamente magnético. Las células donde se encuentran dichos cristales están conectadas al sistema nervioso; de ahí que tanto las abejas como las truchas puedan detectar los campos magnéticos. Es más, las abejas se guían por el campo magnético de la Tierra al construir sus panales y para orientarse.
Algunos investigadores también han hallado magnetita en un tipo de bacteria que vive en los sedimentos marinos. Cuando estos se revuelven, el campo geomagnético actúa sobre la magnetita, la cual alinea a las bacterias de tal modo que estas pueden propulsarse para volver a su hábitat, el lecho marino; de no hacerlo así, morirían.

Tortuga: posible sensibilidad magnética
Estornino: sentido de la vista



Salmón: sentido del olfato
Muchos animales migratorios —aves, tortugas, salmones y ballenas— también tienen sensibilidad magnética. Sin embargo, parece que no es el único medio que utilizan para orientarse, sino que también usan otros sentidos. Por ejemplo, es probable que el salmón utilice su afinado olfato para encontrar la corriente de agua donde nació. También se sabe que el estornino pinto se guía por el Sol, y otras aves, por las estrellas. “Es obvio que aún nos queda un largo camino que recorrer antes de resolver estos y otros misterios de la naturaleza”.





Sistema nervioso central
Si bien, las diferencias son notables entre el cerebro de un monotrema y el de un delfínido o un primate antropomorfo, en general, la masa cerebral de todos los mamíferos presenta una complejidad y un grado de desarrollo que no tiene comparación en el reino animal. A medida que avanzamos dentro de la clase hacia especies más evolucionadas, la corteza cerebral o substancia gris, considerada la parte noble del cerebro incrementa su volumen, a la vez que lo hace el número y complejidad de sus [circunvoluciones]. El volumen del cerebelo es también mayor en los mamíferos.
La actividad psíquica de los mamíferos es muy superior a la del resto de los animales, y en las especies más evolucionadas se aprecian rasgos de memoria e incluso de inteligencia.
Percepción de los animales
Los sentidos animales
Son órganos especializados en captar los estímulos del medio en que vive un individuo. Los estímulos que se pueden captar son variadísimos. No obstante los podemos resumir en los siguientes:
1. Luz
Se detecta mediante los fotorreceptores. En los vegetales existen sistemas celulares capaces de detectar de dónde procede la luz para así dirigir hacia allí a los órganos fotosintéticos, por ejemplo las hojas. Pero es en los animales donde aparecen unos órganos especializados en captar la luz, que son los OJOS. Aparecen ya en moluscos como los caracoles terrestres (los cuernecillos) o los cefalópodos, se hacen más eficaces en los insectos (ojos compuestos llamados también OCELOS) y alcanzan el mayor grado de complejidad en los vertebrados.

Los estímulos luminosos interpretados originan el sentido de la VISTA.

2. Ondas mecánicas
Detectadas por mecanorreceptores. Sólo los animales las captan; los animales terrestres detectan sonidos a través de un órgano denominado OÍDO, que aparece ya en los insectos. Sin embargo, es en los vertebrados terrestres donde alcanza su máximo desarrollo. .


Los animales acuáticos detectan vibraciones y movimiento del agua, mediante órganos sensoriales como el NEUROMASTO de algunos peces.


3. Sustancias químicas
Detectadas por quimiorreceptores. La capacidad de captarlas está más desarrollada en los vertebrados. Pueden ser sustancias químicas volátiles, libres en el medio, que son captadas por los receptores OLFATIVOS, produciendo la sensación del OLOR. También pueden ser sustancias introducidas en la boca, disueltas en la saliva y captadas por los receptores GUSTATIVOS. En insectos es muy llamativo el caso de las FEROMONAS, que son sustancias químicas producidas por unos individuos que son captadas por otros; así sucede, por ejemplo, con las que producen muchos insectos hembra para atraer a los machos.



En los vertebrados el sentido del olfato suele estar en la nariz, pero en los invertebrados suele encontrarse en las antenas.


4. Posición en el espacio
Detectada también por mecanorreceptores. Es muy importante en animales de vida activa o en aquellos que deben mantener determinada posición en el espacio. En los vertebrados superiores se encuentra en el órgano del oído y produce el sentido del EQUILIBRIO, como el LABERINTO de los mamíferos o el OTOLITO de los peces, que les permite colocarse en una posición correcta para nadar.

5. Estado de los órganos y funciones orgánicas
Esta información la captan unos receptores internos que se hallan distribuidos por todo el organismo y envían información del estado en que se encuentran todos los órganos, como los PROPIOCEPTORES que recogen información sobre el tono muscular en los mamíferos.


6. Frío y calor
Captados por termorreceptores. Los animales detectan pérdidas y ganancias de calor, lo cual forma parte del TACTO. Existen animales como las garrapatas capaces de detectar el calor de otros animales, o las serpientes que localizan sus presas con la ayuda de la FOSA LOREAL, órgano situado en la cara capaz de detectar el calor emitido por sus posibles presas.




7. Tacto
Se detecta mediante mecanorreceptores. Permite identificar formas y texturas, tamaños, temperatura, orientación de un objeto, etc. En la especie humana se encuentran receptores por toda la piel y por la boca, en otros vertebrados se encuentra en los bigotes o VIBRISAS, y en invertebrados existen los PALPOS de los Artrópodos, que son auténticos dedos y también las antenas actúan como receptores táctiles, como sucede en las hormigas.


8. Dolor
El dolor se capta por receptores internos o ENTEROCEPTORES, que se encuentran distribuidos por todo el organismo. Están asociados a otros órganos sensoriales y detectan situaciones de peligro para el organismo, produciendo una señal de alarma que es la sensación de dolor.

No hay comentarios:

Publicar un comentario